Más poesía no, joder



Es jodidamente curioso el fenómeno éste de la poesía. Sobre todo en los últimos años. En algunos entornos está pegando fuerte, aunque para el público general sigue siendo algo ajeno y anecdótico y muchas veces tropieza con ello de casualidad. 

Atribuyo ésto a la tentacion elitista de los usuarios habituales de la poesía, que a veces se dejan llevar por caminos que los separan del resto de la gente, induciéndose a sí mismos a pensar que son seres  especiales, y descuidan el hecho de que no son nada más que putos humanos, una especie más del extenso reino animal, sólo eso. Tanto elevarse para volver a caer en la montaña de mierda de siempre. 

Luego está la deriva intelectualoide que hace que se escriban poemas jeroglíficos cargados hasta los putos topes de símbolismos entrecruzados, manía a la que tengo un montón de asco. 

Es cojonudo hacerlo para satisfacer el ego de los cojones, pero con ello imposibilita llegar al público, no sólo a otros poetas ni groupies, objetivo saboteado por escribir para los ídolos personales de la poesía, con la secreta esperanza de que te palmeen el lomo como a un cachorrín después de hacer una monería que te han enseñado. Y eso si estan vivos, porque muchos corren el riesgo de ser unos besatumbas de la poesía sin ningún disimulo, rozando peligrosamente la necrofilia.

En realidad todo ésto es para satisfacer un narcisista impulso de una forma más fácil que componer y tocar música o crear una novela. Masoquismo, ganas de figurar, e infantilismo en desiguales y perjudiciales partes, para masturbarse consigo mismo en un medio de expresión que por más que se intente divinizar, al público le aburre y le importa una mierda, y no sólo al público, autores de otros géneros se parten de risa ante tanta pretenciosidad que resulta ridícula y apesta a naftalina. Hasta los que escribimos prosa poética estamos empachados, ya sin ganas de una sola cucharada más. Hay otros platos que probar.

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