Florecillismo talibán

 




Uno de los principales problemas a los que se tiene que enfrentar cualquier usuario de redes sociales a la hora de expresarse es el de las personas ofendidas.

Autoproclamados gendarmes de la red, intérpretes interesados de todo lo que se dice, siempre al acecho de cualquier cosa que contradiga sus principios, valores e ideas para saltar y machacar a su autor si no agacha la cabeza. Acechan constantemente los contenidos ajenos en todos lados. Recriminan que alguien ha dicho algo que ellos consideran inapropiado, y ansían legislar el contenido que los demás publican desde sus casas, que otros pongan, quiten o corrijan a su dictado.

Los limites se estrechan de tal forma que pueden acabar amenazando la libertad de expresión. Si no es una pieza de bollería conceptual tipo Mr Wonderful, todo lo demás molesta a alguien, y ese alguien se considera que tiene absoluto derecho de hacérselo saber no solo al autor del crimen textual por el que solloza, sino a la humanidad entera. Aunque ello signifique darle una mayor visibilidad al abyecto crimen sobre el que tiene puesto el dedo acusador.

Uno de los mayores atractivos de las redes es precisamente eso, la espontaneidad en cuanto a contenidos. Pero expresarse en abierto dentro de una red social no implica que se dirijan a todo el mundo. Ni que deban ser debatidos, enfrentados o descalificados por aquellos que no los comparten, puesto que no es un foro de debate. Es una parcela propia de la red social que usamos sobre todo para nosotros.

Si algo no te gusta, lo normal es no dedicarle tiempo y atención, mirar para otro lado como todos hacemos en muchas cosas, en lugar de andar lanzando moralinas propias por más que crean que son generales. Hipersensibilidad selectiva tienen unos cuantos especímenes, me parece a mí.

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