Dormir, soñar, volar



Dormir. Un placer y algo más. Una experiencia en la que nos sumergimos en otra dimensión, la de los sueños, en la que sólo podemos tener acceso dormidos.
En la dimensión-sueño somos completamente libres de una forma en la que despiertos jamás podríamos. En esa dimensión las leyes de la física se disipan, y el tiempo se desdobla, el pasado, presente y futuro son simultáneos. Puede haber miedo, pero también alegría, y podemos percibir y expresar cualquier sensación.

En la dimensión de los sueños, a menudo nos encontramos nosotros solos ante insólitos parajes. Sin las reglas del mundo físico, podemos encontrarnos con cualquier otra persona que hayamos conocido, aunque ya no esté en el plano real. Son visitas a otros mundos, a otros universos, conversaciones con la gente a la que quisimos y añoramos, que aún tras largo tiempo sin ellos, volvemos a encontrarnos con ellos y todavía tienen alguna cosa que decir, o que escuchar.

Tras el velo de la vigília, hay un multiverso inabarcable en el que sumirse en las noches. Un muy largo viaje, mucho más allá de las estrellas, que hacemos al meternos en la cama y cerrar los ojos.

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